martes, 30 de septiembre de 2014



Cuando Royal Caribbean anunció hace unos meses que el Oasis of the Seasel barco más grande del mundo -aunque su gemelo el Allure of the Seas ostenta ese récord por tan solo cinco centímetros-, iba a navegar por aguas españolas, revolucionó todo el sector; los cruceristas se afanaron en buscar en las agencias de viaje camarotes para la llegada a España del gigante de Royal Caribbean, al mismo tiempo que los medios de comunicación anunciaban la llegada del Oasis of the Seas a bombo y platillo.
  
Sin embargo, ¿por qué esa revolución si Barcelona, puerto base del Oasis of the Seas durante el pasado mes de septiembre, ya ha acogido en sus muelles a los mejores barcos de cruceros? ¿Por qué se desató la locura si Barcelona, como cuarto puerto de cruceros del mundo, tiene una actividad frenética de llegada de buques durante todo el año? Son varias las razones, pero una de ellas, posiblemente, fue porque la compañía de cruceros revolucionó el concepto de barco de cruceros, como ya sucediera, por ejemplo, durante la segunda mitad de la década de los 90 del siglo XX, cuando las compañías de cruceros comenzaron a construir una serie de barcos que excedía en mucho la capacidad de los barcos construidos hasta la fecha o cambiaron la silueta de los barcos al poblar de balcones el perfil de los buques, cuando hasta esos momentos dominaban hacia el exterior los camarotes con ventana.

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